- Belfast
- Mount Stewart
- Parque Nacional de Glenariff
- Las hayas de Eva
- Carrick a rede
- Calzada de los Gigantes
- Dunluce
- Magilligan y Mussenden
- Londonderry

Belfast
Ponemos rumbo a Belfast, y somos conscientes deque estamos en Irlanda del Norte porque las distancias han pasado a medirse en millas y no en kilómetros como en la República de Irlanda. Nuestro objetivo es hacer un pequeño recorrido por la calle católica y protestante y ver los murales.
Comenz
amos por Falls road, la católica por excelencia. El tom tom nos lleva y comenzamos a sentir el extraño ambiente de la zona. Numerosos murales aparecen en calles laterales, pero sobre
todo hay un gran muro que contiene varios, entre ellos una reproducción del Guernica y otro que hace referencia a ETA rechazando a España y Francia y pidiendo la autodeterminación del pueblo vasco, catalán y gallego. Vemos también
parar un taxi con turistas que vienen a verlo. El ambiente de esta calle ancha, que parece más una avenida, es relajado. Pocos coches y casi nadie por la calle.
De aquí nos introducimos en Sankies road, la protestante. Las banderas inglesas estan por todas partes, igual que banderinas que cruzan
esta avenida engalanándola y dándola un ambiente festivo. Es una calle un poco más estrecha que Falls road. Las pintadas son más grises, más tristes, más oscuras que las de la parte católica. Pasamos por donde en su día estuvo el bar Bayardo, donde el IRA en 1975 puso una bomba que mató a 5 personas y dejó heridas a 40 mas y donde ahora queda un monumento a la memoria de los muertos. Aparcamos frente a un pub que celebra en la calle alguna fiesta. Cuando volvemos a la autocaravana, miro en la guia y me doy cuenta de lo que celebran: el día de
orange. Coño! Vaya puntería!...El ambiente es algo extraño y dejamos el lugar siguiendo el tomtom. De pronto nos encontramos como en un escenario de una película: muros de 5 m de altura rematados con alambre de espino “contundente” y al otro lado lo que parece un barrio de casas bajas abandonado: basura, cristales rotos, plasticos volando solitarios…y el tomtom se empeña en meternos en una calle sin salida. Me temo que comencemos a dar vueltas y no consigamos salir. El lugar es bastante inquietante
y me pongo nerviosa. No se ve a nadie y este desolado paisaje sigue acompañándonos. Pero intuitivamente conseguimos salir y vemos unas 6 tanquetas de la policía antidisturbios con sus correspondientes policias con chalecos antibalas. Carai!. Esto parece confirmar lo que había leido: no se ha acabado, o al menos, no en el fondo de sus protagonistas.
Mount Stewart
Cruzamos Belfast sin mayores problemas, hicimos una pequeña compra en un tesco y nos dirigimos a Mount Stewart. La carretera cortada por obras
hace que no nos “divertamos” y damos alguna que otra vuelta. Llegamos al aparcamiento marcado en las coordenadas del GPS como un sitio de pernocta, pero nos parece algo desangelado y continuamos al aparcamiento de los jardines, que resulta estupendo, junto a la carretera, pero separada de ella con una tapia de piedra con mucha vegetación. Hasta las 10 del día siguiente no abren. Son las 18,30 y sugiero buscar otro sitio que aparece a 9 km, pero me dicen todos que no, que el lugar es perfecto. El unico inconveniente es lo que pudimos comprobar al sacar a pasear a Mara: cierran el aparcamiento y parece un control eléctrico. No hay cartel de prohibición de “overnight”, pero tampoco ninguno que avise de su cierre. Esperemos no necesitar salir ya que así como en la República de Irlanda dejan un teléfono al que llamar con el aviso de la multa a pagar si se hace, aquí no hay nada. Ha cesado de llover, se ve el cielo azul y a eso de las 21,45 nos preparamos para ir a la cama.
14 de Julio, martes, estupenda y plácida noche. Aunque me despierto a las 7,30, estoy leyendo
una hora más hasta que comenzamos a desperezarnos. Saco a Mara y me acerco a ver si la valla está abierta cruzándome con un vehículo que entra. Todo arreglado. Después de desayunar y antes de las 10 nos acercamos a los jardines. 18 € los 4 con el family ticket. Los jardines son descritos como unos de los más espectaculares de Irlanda y universalmente reconocido por sus colecciones de plantas y su originalidad, ocupando cerca de 80 hectareas. Datan de principios del XX. Con el plano que nos dan, comenzamos nuestro paseo por un camino que se abre paso
entre praderas de un césped perfecto salpicado de árboles maduros que termina en un hermoso lago con patos y cisnes –de mal carácter estos últimos- que bordeamos dejándonos llevar por senderos flanqueados de todo tipo de árboles, arbustos, flores, grandes, pequeños… todo tapizado de verde y envueltos en un delicioso aroma que nos acompaña junto con un espléndido sol. Rodeamos todo el lago subyugados por esta espectacular belleza donde ninguna planta o arbusto desentona y parece estar colocado allí con el único fin preciso de dotar de más belleza a un entorno que de por sí es ya hermoso. Cada planta o arbusto parece combinar a la perfección con el siguiente y el anterior. Es una obra de arte. Llegamos de nuevo al palacio y entramos en unos jardines que podriamos llamar “artificiales”, son el italiano y el español, donde hay parterres y combinaciones de diversas plantas y diferentes elementos ornamentales. . Estos jardines contrastan con el anterior, no solo en tamaño, sino en cuidado y tipo de plantas y arbustos. El primero es como si formara parte del ento
rno natural y unicamente lo cuidaran. Estos, situados en un lateral y parte trasera del palacio, tienen más flores y su disposición, tamaño y variedad de plantas lo hacen destacar del entorno natural al que parece pertenecer el primero.
A las 12 nos recoge un guía para introducirnos en la vivienda, que si bien es interesante, podría perfectamente ser prescindible. Con cierto sabor “rancio” vamos descubriendo distintas estancias de la casa de la
que me llama especialmente la atención la búsqueda de la luz abriendo enormes ventanales en el techo. Terminamos en una cocina del siglo pasado con sus diversos “aparejos”: ollas, maquinas de coser, cocinas, un curioso desatascador y afilador de cuchillos, pilas, tablas de lavar… La visita dura 1 hora, pero a nuestro juicio con la mitad sobraría. De nuevo voy entendiendo frases, pero me canso y desconecto.
Parque Nacional de Glenariff
A las 13,15 dejamos Mount Stewart en dirección al Parque Nacional de Glenariff, para lo que tenemos que atravesar de nuevo Belfast. Llegamos a las 17 y tenemos que pagar 4 libras de aparcamiento (unos 5 euros) y no nos dejan pasar la noche, enviándonos a un camping que hemos dejado unos 500 m atrás. De las rutas que hay para hacer, escogemos las cascadas de unos 3 km y comenzamos descendiendo por unos senderos bien señalizados y cuidados que se internan en una densa vegetación. Arboles, arbustos y mil variedades de helechos acompañan
nuestro camino hasta el río que discurre a nuestra izquierda, unas veces suave y otras fuerte y rugiente. El agua corre de color marron –como la cerveza, dice David haciendo un mal chiste-.La primera cascada es bonita pero la segunda, que se abre más en abanico y donde el agua es más clara, es más hermosa aún. Ambas cascadas están junto a un restaurante cercano a la carretera, por lo que intuimos que se puede llegar sin disfrutar de este paseo. Comenzamos el ascenso que resulta facil, mejor que si hubiéramos hecho el trayecto al r
evés. Asi, empezamos por la izquierda del aparcamiento, al lado contrario de donde se halla el restaurante y terminamos por el lado derecho y junto a éste último. Empleamos una hora en total.
Decidimos acercarnos a Ballycastle, a 34 km, donde me figuraba un aparcamiento para pasar la noche, pero asando antes por Cusdehum. El paisaje es bonito: todo verde, ovejitas aquí y allá, y el mar de fondo. Pero Cusdehum nos decepciona en cuanto a su “belleza” (no tiene nada especial que a nuestr
o juicio justifique desviarse). Pero nos sorprende con una playa y un aparcamiento junto al mar. Seguimos un poco y encontramos otro, con baños, pero un poco más alejado del mar y sin vistas directas a él, así que regresamos al primero donde además había otra autocaravana irlandesa que muestra su interés cuando nos ve intentando arreglar el tubo del desagüe por el que perdía un poco. Iniciamos una breve conversación sobre lo divino y lo humano. Nos dice, entre otras muchas cosas, que le gustan los españoles y que alojó un chaval español 1 mes, hijo de un diputado vasco. Que ha preguntado y no hay problemas para pasar la noche y que normalmente en los pueblos pequeños no suele haberlos. Durante el resto de la tarde observamos como vienen turismos provistos con prismáticos a este aparcamiento. Suponemos que deben buscar focas.
Son las 19,45 del mi
ércoles día 15 y estamos parados en una inmensa playa de arena blanca con el mar frente a nosotros. Aquí se meten con el coche hasta la misma orilla y circulan arriba y abajo por ella. Parece un lugar perfecto para pasar la noche. Es la playa de Magilligan, pero hay que preguntar si la marea sube ahora o baja. Si está alta, es perfecto, pero ¿y si sube durante la noche?: Preguntamos a un simpático norilandés que se interesa por nuestra procedencia y ante nuestra respuesta nos pregunta muy expresivo que qué hacemos allí a lo que contesto que tomando un “cálido” baño en el mar. Reimos y nos recomienda un aparcamiento que está en lo alto, con unas estupendas vistas, y para allá nos dirigimos. El camino era más largo del que pensábamos llegando a creer que nos habíamos confundido, pero conseguimos encontrar el lugar.. Está en la misma carretera, pero goza de unas espectaculares vistas. Un cartel “Gotmore picnic area” confirma lo que yo tenía como una area para pasar la noche. Por la noche recibo un mensaje de Clara. Están ya en la isla en el aparcamiento del castillo de Dunluce y ya han visitado la calzada de los gigantes. Calculo que van un día por delante de nosotros, pero podríamos coincidir.
Las hayas de Eva
Pero regreso a la mañana de este día. Al salir con Mara descubro un cartel de “no caravans, no camping”. Desayunamos y siguiendo el consejo de nuestro vecino irlandés, preguntamos al dueño de la que parece la única tienda del pueblo, si tiene agua para nuestra autocaravana y nos enseña un grifo en el lateral de su establecimiento con manguera incluida. Pero está roto y carga un hilito de agua por lo que llenamos lo imprescindible, le agradecemos su amabilidad –el hombre se
disculpó por tener roto el grifo- y continuamos nuestro camino que hoy empezaba en Armoy donde Eva encontró una carretera con hayas centenarias.
Las coordenadas son exactas y el sitio resulta absolutamente espectacular: a ambos lados de la carretera se yerguen unas inmensas hayas de 250 años que se alzan abrazándose en el cielo creando un túnel con sus gigantescas ramas. Avanzamos lentamente sobrecogidos por este espectáculo y paramos para admirar mejor este mágico corredor. Y me acuerdo cariñosamente de Eva, aún en Barcelona, que gracias a su curiosidad, nos ha brindado unos momentos únicos.
Carrick a rede
Resistiéndonos a abandonar este mágico lugar donde parecen que van a saltar los duendes, hadas o leprechauns, nos dirigimos al Carrick a rede, puente colgante de cuerda construido hace 250 años por los pescadores para comprobar sus redes de salmón, de 20 metros de largo y 25 sobre el mar. Dejamos la autocaravana en el aparcamiento y pagamos 14 euros por la entrada. Un camino de cerca
de un km que transcurre por el borde de un precioso acantilado nos proporciona unas vistas espectaculares y nos acerca a este singular puente. Hay dos personas dirigiendo el “tráfico”, una a cada lado que va dando paso alternativo ya que el número total que puede estar sobre él a la vez está limitado. Al principio no parece gran cosa, pero cuando estás en el centro, colgado de la nada y oscilando por la vibración, se encoge algo el estómago. Gozamos de unas vistas preciosas y cientos de gaviotas y otras aves marinas, que ruidosas vuelan, pescan y descansan en las paredes del acantilado. Y hay que decirlo: no llueve.

Calzada de los Gigantes
De aquí nos introducimos en Sankies road, la protestante. Las banderas inglesas estan por todas partes, igual que banderinas que cruzan
Mount Stewart
Cruzamos Belfast sin mayores problemas, hicimos una pequeña compra en un tesco y nos dirigimos a Mount Stewart. La carretera cortada por obras
14 de Julio, martes, estupenda y plácida noche. Aunque me despierto a las 7,30, estoy leyendo
A las 12 nos recoge un guía para introducirnos en la vivienda, que si bien es interesante, podría perfectamente ser prescindible. Con cierto sabor “rancio” vamos descubriendo distintas estancias de la casa de la
Parque Nacional de Glenariff

Decidimos acercarnos a Ballycastle, a 34 km, donde me figuraba un aparcamiento para pasar la noche, pero asando antes por Cusdehum. El paisaje es bonito: todo verde, ovejitas aquí y allá, y el mar de fondo. Pero Cusdehum nos decepciona en cuanto a su “belleza” (no tiene nada especial que a nuestr
Son las 19,45 del mi
Las hayas de Eva
Pero regreso a la mañana de este día. Al salir con Mara descubro un cartel de “no caravans, no camping”. Desayunamos y siguiendo el consejo de nuestro vecino irlandés, preguntamos al dueño de la que parece la única tienda del pueblo, si tiene agua para nuestra autocaravana y nos enseña un grifo en el lateral de su establecimiento con manguera incluida. Pero está roto y carga un hilito de agua por lo que llenamos lo imprescindible, le agradecemos su amabilidad –el hombre se
Las coordenadas son exactas y el sitio resulta absolutamente espectacular: a ambos lados de la carretera se yerguen unas inmensas hayas de 250 años que se alzan abrazándose en el cielo creando un túnel con sus gigantescas ramas. Avanzamos lentamente sobrecogidos por este espectáculo y paramos para admirar mejor este mágico corredor. Y me acuerdo cariñosamente de Eva, aún en Barcelona, que gracias a su curiosidad, nos ha brindado unos momentos únicos.
Carrick a rede
Calzada de los Gigantes
Regresamos por la parte superior, por el “sephers path” trepando por 149 escalones para contemplar todo de nuevo con perspectiva que da la altura. Hemos invertido unas 2 horas en admirar este escenario único donde la realidad se mezcla con la leyenda que intenta explicar algo tan magnífico y desde tiempos inmemoriales, los irlandeses han atribuido su existencia a los gigantes. Según la leyenda y de forma sencilla, estas criaturas habrían colocado allí las inmensas piedras para cruzar el canal que separa Escocia de Irlanda.
Dunluce
Ahora ponemos rumbo al castillo de Dunluce, escenario de varias batallas y que curiosamente
Magilligan y Mussenden
Son las 8,45 del día 16 de julio, jueves, y no puedo resistir la tentación de “lanzarme” al exterior. La paz en este lugar es sobrecogedora. Se oyen volar los moscardones. Salir de la autocaravana y asomarme es toda una maravilla. A mis pies se extiende una gran llanura y
Y toda la tripulación va saliendo, uno a uno a disfrutar de esta paz, de esta belleza, de esta soledad tan única, y mantenemos el silencio, temerosos de romper la magia de la mañana.
Hoy ha sido un día “emotivo”, aunque con un final quizás un poco más complicado.
Como íbamos medio día por delante de nuestros planes iniciales, decidimos dedicar un poco de tiempo a visitar Londonderry. Pero voy más al principio del día.
Antes de las 10,00 –hora a la que abría el templo- no había nadie en la taquilla, aunque estaba todo abierto, así que aparcamos (posible lugar para dormir aunque no sé si cierran las puertas por la noche) y nos dirigimos primero al templo del que solo se puede ver el exterior y luego paseamos entre lo que queda del palacio y que debió de ser, como casi todos, una belleza.
Londonderry
A Londonderry llegamos alrededor de las 11,30, sin mapa, unicamente le pedí al tomtom que nos llevara al centro. Aparcamos en la misma calle frente al aparcamiento de la William Street y nos encaminamos hacia la parte alta de la ciudad, atravesamos lo que parecía una puerta en la muralla, muy bien conservada, aunque muy bajita, y por una colorida calle dimos con una plaza central. Cerca de allí, callejeando por aquí y por allá, dimos con la “Grand Parade”destinado a las paradas militares y nos asomamos a la muralla. Desde arriba Raul descubrió unos murales. Justo en ese momento se acercó un joven, empleado de la oficina de turismo quien abrió su cartera y nos regaló un hermoso plano de la ciudad indicándonos donde estaban los murales y cómo llegar a ellos. La suerte parece sonreirnos.
Antes de ir nos asomamos a la catedral –nada del otro mundo y totalmente prescindible- dejando esta parte antigua de la ciudad, tranquila y con cierto ambiente provinciano, para dirigirnos hacia
Lo primero que nos llama poderosamente la atención son, no solo las banderas de la República de Irlanda (recordemos que estamos en Irlanda del Norte) sino que éstas conviven en las farolas con las de Palestina.
Según
avanzamos
contemplamos lo que son auténticas obras de arte y nos vamos sumergiendo más y más en el horror de lo que ocurrió el domingo 30 de enero de 1972 en una manifestación convocada a favor de los derechos civiles, cuando un pequeño grupo de manifestantes comenzó a lanzar piedras a una de las barricadas. Al principio los soldados respondieron con gas, balas de goma y agua a presión, pero instantes después las tropas británicas salieron de las barricadas, abriendo fuego contra los manifestantes. 14 personas murieron, y fueron heridas más de treinta, a disparos del Primer Batallón de Paracaidistas del Reino Unido. Aunque éstos alegaron estar siendo disparados, muchos testigos presenciales afirmaron que ninguno de los muertos o heridos estaba armado. Al menos cuatro de ellos cayer
on abatidos por disparos por la espalda.
La mayoría de estos murales recuerdan este triste acontecimiento. Un monumento en la parte central recuerda los nombres y edades de las 14 víctimas mortales, en su mayoría de 17 años, la edad que tiene ahora mi hijo pequeño. No puedo evitar que se me escapen lágrimas cuando rodeo este pequeño monumento. Pero toda la calle está llena de recuerdos a unos y otros. Demasiada sangre, demasiados muertos, demasiado dolor. Y todo me envuelve y me sobrecoge. Es la otra cara de esta Irlanda, la de una tierra marcada por la lucha y la adversidad.
La mayoría de estos murales recuerdan este triste acontecimiento. Un monumento en la parte central recuerda los nombres y edades de las 14 víctimas mortales, en su mayoría de 17 años, la edad que tiene ahora mi hijo pequeño. No puedo evitar que se me escapen lágrimas cuando rodeo este pequeño monumento. Pero toda la calle está llena de recuerdos a unos y otros. Demasiada sangre, demasiados muertos, demasiado dolor. Y todo me envuelve y me sobrecoge. Es la otra cara de esta Irlanda, la de una tierra marcada por la lucha y la adversidad.
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