RECORRIENDO EL NOROESTE

  • Grianan Aileach
  • Parque Nacional de Glenveagh
  • Westport
  • Kylemore
  • Parque Nacional Connemara
  • The Burren
  • Poulnabrone
Grianan Aileach

Dejamos atrás esta ciudad y con ella Irlanda del Norte para adentrarnos casi sin darnos cuenta en la República de Irlanda y poner rumbo a Letterkenny. Sobrecogida aún y emocionada, se me pasó la visita prevista al fuerte Grianan Aileach. Dimos la vuelta, pero las coordenadas estaban mal, así que tuvo que funcionar la “antigua” intuición para dar con él. No muy bien señalizado lo encontramos tras subir por una estrecha carretera que nos dejó en un pequeño aparcamiento con unas espectaculares vistas….junto a otra autocaravana española con una pegatina de “H****”. Era la primera que veiamos, (y luego comprobamos que la UNICA). Vamos hacia el fuerte y vemos bajar una familia que habla castellano. Pregunto: “¿sois los de la auto?” contestan afirmativamente y luego me dirijo a ella y pregunto “¿no serás Clara?” y ella responde “¿y tú Angeles?”. Nos dimos un fuerte abrazo. El día anterior había recibido un mensaje suyo. Estaban en Malin Head y nosotros en la Calzada de los Gigantes. Difícil coincidir, pero todo podía ocurrir…¡y ocurrió!.

Visitamos el curioso fuerte, que data de los primeros siglos de la era cristiana y es una de las mejores fortalezas de piedra de Irlanda, hecho de pequeñas piedras redondas, totalmente circular y con un grosor de paredes de casi 4 m. En el espesor de la pared hay pequeñas cámaras y pasajes. Una serie de escaleras, a intervalos regulares y dentro de las paredes, dan acceso a la parte superior de la muralla. La vista desde aquí es impresionante.

Después decidimos comer y compartir juntos el momento del café. Así disfrutamos de una agradable tertulia que se prolongó 2 horas hablando de todo un poco y de las extrañas coincidencias de la vida, ya que en este caso se sumó una más. Baltasar me introdujo en la sd del tom tom todos los sitios de pernocta de Irlanda ¡menudo regalo!. Gente estupenda. Una gran familia, valiente y con el “gusanillo” del viaje hasta la médula.

Parque Nacional de Glenveagh

Deseando encontrarnos a lo largo de nuestro recorrido, nos despedimos y continuamos a Glenveagh, al parque nacional. Nuestro camino nos lleva por despoblados y hermosos parajes. Un bicho alargado, de tamaño mayor que un conejo se cruza en la carretera llevando una rana en la boca. Llegamos al parque -que alberga ciervos rojos- bajo una buena cortina de agua. Angel dice que no sale y yo, que voy asumiendo que estamos en Irlanda y que aquí “riegan” todos los días, busco mi equipo….¿de buceo?.El centro de visitantes está cerrado pero un cartel fuera describe algunas rutas. Seleccionamos una breve de 2 km que dejaba el lago a nuestra izquierda para describir un círculo en el sentido de las agujas del reloj. Angel refunfuñó, pero Raul nos dice que este tiempo le gusta y que pasear por estos sitios con sol no le parecía tan bonito como con lluvia. Así que esta vez dejamos a nuestra peluda compañera en la autocaravana para que no se empapara y nos pusimos capas, gorros y paraguas. El paseo empieza entre pinos y enormes helechos a ambos lados del camino para luego abrirse al lago y discurrir por un desolado paisaje tapizado de brezos, helechos y plantas bajas diversas entre las que discurren pequeños “hilos” de agua que corren por todos los sitios. A nuestro alrededor, una cadena de montañas no muy altas que se elevan tapizadas de un manto verde hasta donde la vista alcanza.
El parque además tiene un castillo de estilo escocés que dicen que está rodeado de uno de los más bellos jardines de Irlanda y que no pudimos visitar . De nuevo en el aparcamiento, vimos la autocaravana de Clara, pero ya no había nadie. Con tres niños pequeños y este tiempo no se achican. Encontramos un grifo de agua en el aparcamiento de autobuses con lo que rellenamos el tanque.

Continuamos hacia un lugar donde pasar la noche que aparecía en Dunlewy atravesando desolados paisajes donde los distintos tonos de verde pintan laderas, valles, cubres, creando un paisaje de una belleza que sobrecoge por su dureza.

Pero al llegar al supuesto sitio de pernocta unicamente vemos carretera. Vamos, venimos, comprobamos…ese es el sitio indicado, así que continuamos buscando pero la búsqueda que se prolongo hasta casi las 21 horas en que encontramos un aparcamiento junto a…¡otro cementerio!, pero en este país los cementerios están al lado de las mismas casas y el sitio es bonito. Es una especie de “marisma”. La verdad es que la primera vez que dormí junto a uno tuve cierto reparo, pero hemos comprobado que son lugares muy tranquilos para dormir y no se puede elegir mucho por el país: las casas dan directamente a la carretera y si no hay iglesias, algún centro comercial o supermercados grandes o lugares de interés turístico, no hay sitios para descansar. Nos preguntamos donde estarían Clara y familia.

Amanece el día 17, miércoles, con un cielo azul, aunque poco a poco se va llenado de nubes. Partimos hacia el Glen gesh pass pasando primero en la carretera de Dunglow a Naaran por desolados paisajes, de donde vemos que extraen la turba que cortan en tiras o dados y dejan secar en montones para luego ser utilizada como combustible en las chimeneas (leña). En las gasolineras lo venden prensado y tiene un aspecto similar al carbón en cuanto a consistencia. En Dunglow paramos en un Aldi a hacer la compra y al salir coincidimos con la autocaravana de Clara a la que saludamos cuando nos íbamos.


En Ardar nos dirigimos al Glen gesh pass.La carretera se abre paso entre las laderas de 2 montañas, no muy altas, pero de pronunciada pendiente cerrando un precioso valle, como no, con sus distintas tonalidades de verde. La carretera asciende en pronunciada pendiente y dando dos curvas que cambian de sentido obligándonos incluso a poner segunda. Aunque la carretera es estrecha, es suficiente y cuando coincidimos con algún vehículo grande, siempre nos vemos y nos podemos ceder el paso amablemente y sin peligro. Nunca hay conflicto.



En Killibegs nos asomamos a un mirador sobre la bahía de Donegal para continuar hasta esta ciudad. En un aparcamiento de un centro comercial comemos bajo la “lluvia del día” que cesa dando paso a un cielo azul cubierto de nubes nada amenazadoras y continuamos camino de Sligo desviandonos en Ballyshannon para acercanos a lower Lough Erne ya que había leido algo sobre su belleza. Pero no nos resultó nada interesante y hacia la mitad nos dimos la vuelta regresando por el Lough Melvin. En el mapa aparece como un charco, pero se alarga por kilómetros y kilómetros.

Antes de Sligo nos desviamos a Rosses point dondes nos figura un sitio de pernocta de varias fuentes. El lugar es precioso, junto a una playa donde hay gente…¡bañándose!. Pero hay un lindo camping y, al igual que en nuestro amado país, prohiben la pernocta y amenazan con “perseguirte”. Así que, como nos parece demasiado descarado, dejamos Sligo atrás avanzando hacia Westport. En la carretera paramos primero en lo que es un campo de futbol convertido en camping improvisado. 17 €, pero no lo necesitamos, así que continuamos hacia Curry, donde aparece una señal de aparcamiento. Nos asomamos y parece un sitio agradable. Esperemos que pese a estar a 100 m de un pub y ser viernes, no tengamos problemas. Esta vez hemos aparcado frente a una iglesia que tiene a sus puertas un ...¡coche fúnebre!. Un precioso río discurre a nuestra derecha. Empieza a llegar gente y temiendo que no tuvieran sitio suficiente para aparcar, nos movimos ligeramente, pero no habría habido necesidad.

Westport

El día 18, jueves, partimos alrededor de la 9,15 hacia Westport. Aunque inicialmente no estaba previsto, al tenerlo Eva en su itinerario decidí incluirlo tambien. Al contrario que Mount Stewart, aquí lo que merece la pena es el interior del palacio del siglo XVIII, que conserva todo su mobiliario y objetos de todo tipo. Nos gustaron las habitaciones, pero especialmente una infantil que conservaba todos sus juguetes como si el tiempo se hubiera detenido y sus dueños fueran a aparecer corriendo de un momento a otro. Curioso también uno de los baños donde aparecen todos los orinales de la casa. Todo estaba cuidado al mínimo detalle con música clásica de fondo y un agradable aroma que esparcían ambientadores. Todo contribuía a crear una atmósfera especial sumergiéndonos en la vida cotidiana de los habitantes de esta casa.





Tras un breve paseo por los jardines, dejamos este lugar. Pero señalar antes dos cosas: los distintos aparcamientos de este palacio tenían gálibos, lo que me enojó y dejé la autocaravana aparcada frente a la propia oficina de venta de los tickets. La otra, que la visita no fue guiada por lo que pudimos ir a nuestro aire. Nos entregaron una breve explicación impresa en castellano, pero a mi gusto, poco descriptiva en cuanto a las distintas estancias y mucho sobre sus habitantes y genealogías (lo que carecía de interés para nosotros). Este castillo cargado de historia, así como sus habitantes, han sido muy importantes para la historia de Irlanda.


Kylemore


Como hoy era un día “cargado”, rapidamente pusimos rumbo a la Abadía de Kylemore, a donde llegamos a la hora de comer. Cobijado bajo un pequeño monte aparece este castillo neogótico que parece hecho para aparecer en las mejores postales. Está rodeado de un frondoso bosque y junto al lago Kylemore, en el que se refleja, formando un conjunto de una gran belleza. Del siglo XVIII, ha cambiado de manos varias veces para terminar siendo comprada por unas monjas benedictinas de Irlanda a principios del siglo pasado quienes instalaron una prestigiosa residencia de señoritas. Esta vez, aunque llovía, decidimos que nos acompañara nuestra amiga Mara así que fuimos en primer lugar hacia los jardines victorianoss. Bajo una fina, pero persistente capa de lluvia, comenzamos nuestro camino de cerca de 1 km de ida. Luego comprobamos que había un autobús que cada 15 minutos unía la entrada con estos jardines, autobús que intentamos tomar a la vuelta pero, curiosamente, le estaba prohibido a Mara, por lo que todos volvimos con ella andando. El paseo se hace breve es agradable. Los jardines, construidos a la vez que el castillo, se perdieron y fueron restaurados y abiertos al público en el 2000. Son todo un lujo. Estan rodeados por un muro de ladrillo y piedra caliza . Son pequeños y están divididos en varias zonas como las puramente ornamentales, la de hierbas medicinales y una preciosa huerta, Bajo una lluvia que no cesaba, seguimos nuestro paseo para entrar en lo que fue la abadía: una pequeña casa que tenía el espacio justo para una mesa con 4 platas, y una habitación con dos camas. Suponemos que arriba, a donde no se podía subir, habría alguna que otra dependencia más. Tras el paseo de regreso hicimos una breve visita a algunas de las suntuosas estancias del castillo que son visitables y dado que la iglesia gótica y el mausoleo parecían estar a bastante distancia y la lluvía no cesaba, decidimos continuar hasta el parque nacional de Connemara, muy cerca de la Abadía.

Parque Nacional Connemara

A las 17 h el centro de visitantes estaba ya cerrado. De los 4 caminos para pasear, elegimos el de segunda menor duración, para hacer un breve recorrido. El paseo es circular y asciende débilmente para luego descender, con una duración de 40 minutos, pero realmente lo espectacular e interesante del parque se ve desde la misma carretera: son kilómetros y kilómetros de tierras despobladas donde un manto de terciopelo verde lo cubre todo alternándose con manchas de agua rodeadas de 12 montañas cuya cima más alta alcanza los 700 metros. Inhóspita tierra de la que extraer la turba que luego utilizan como “leña”. El paisaje de este parque sería el estereotipo que el cine norteamericano ha creado sobre Irlanda: la verde Irlanda, brumosa y poetica. La lluvia, que prácticamente no deja de caer, aunque nos impide disfrutar completamente de esta región, incrementa su belleza: montañas envueltas en nubes, bruma, la humedad que llega hasta el tuétano…Es un paisaje áspero, salvaje de páramos solitarios, resultado de la práctica de la quema de sus antepasados. En esta región se rodó el hombre tranquilo y la chica del millón de dólares.

Durante muchos kilómetros este paisaje nos acompaño sin cesar la lluvia. Decidimos desviarnos a Lough Corrib, para asomarnos al 2º lago más grande de la isla y del que que dicen que es uno de los más bonitos de Irlanda, segundo más grande de la isla y de paso a ver si encontrábamos la fábrica de salmón ahumado de la que unos viajeros hablaban. Una de las, supongo, 12 cimas, separa esta inhóspita región de Connemara de este lago, pero la lluvia y la bruma que acompañan nuestro camino, no nos dejan disfrutar por completo de las vistas. Encontramos algo parecido a una fábrica….cerrada así que continuamos nuestro camino hacia Galway buscando antes un lugar donde pasar la noche en Ougterard, pero aquí el único aparcamiento visible tenía un hermoso gálibo y otra dirección que tenía impresa no pudo ser localizada por el tom tom, así que, una vez más, tarde ya, continuamos nuestra ruta hacia Galway. De camino a un aparcamiento señalado en esta ciudad, vimos uno en una escuela, en una zona residencial. Decidimos no arriesgarnos a prolongar más el viaje ya que eran las 20,45 y no teníamos la certeza de que fueramos a encontrar el sitio adecuado donde teníamos marcado. Hasta ahora, casi nos habían fallado todos, así que allí nos quedamos, sin haber dejado de llover prácticamente desde las 13,30 h.

Sol. Hoy hay un sol espléndido, con nubes, claro, pero sol. Es la mañana del 19. Tenemos 2 bolsas de basura que no podemos tirar. Hay un comercio a 100 m pero sus contenedores están cerrados con 3 tornillos. He leído en algún sitio que pagan en función de la basura que generan, así que todo el mundo tiene su contenedor cerrado (si está fuera). En cuanto al agua, muchas gasolineras suelen tener, así que ponemos sólo 30 € de gas-oil y a la vez que echábamos gas-oil rellenábamos en depósito de agua. Luego si hay necesidad, y el water está fuera del edificio, con discreción lo vaciamos dejándolo todo impecable. Así, desde Dublín nos hemos apañado bien.



Nos dirigimos a Clonmacnoise.La carretera de Galway a Dublín nos esconde alguna que otra sorpresa. La primera de ellas es uno concurso de salto de caballos en medio de la nada. En un verde prado han vallado un campo y lo han dividido a su vez, en otros tres donde se celebran 3 categorías distintas de concursos de salto, 2 de ellas para niños que saltan con caballos pequeños que no son ponis, y en la otra un concurso para adultos. Alrededor del campo se disponen las coches y remolques, camiones y, sorprendida, observo unas autocaravanas que a su vez son transporte de caballos. La parte superior y delantera es la autocaravana y en la posterior transportan los caballos, incluso tienen capacidad para varios animales. En los laterales, abajo, guardan las sillas y otros aparejos. Aún no habían comenzado (eran tan solo las 10,30) pero si calentaban. A la vuelta no puedo resistirme y me bajo a disfrutar (y sufrir porque cuando veo un caballo me pongo mala) del espectáculo gratuito. Los chicos son auténticos profesionales. Nadie monta su caballo antes para calentarlo, nadie les explica ni ayuda en nada. Ellos recorren la pista enseñando a los caballos los obstáculos y hacen andando el recorrido. Hay un jinete cuyo caballo hace una tijera y da con el morro en el suelo, pero ambos se incorporan y continuan su recorrido. En fin, todo un negocio se mueve alrededor de estos animales y aquí la equitación no parece ser un deporte de élite. Realmente lo que cuesta es mantener un caballo, pero la mayoría viven en casas de campo rodeadas de grandes extensiones de prados donde siempre se ven caballos.
Continuamos, y unos kilómetros más adelante hay una feria exclusivamente de caballos. En otro campo junto a la carretera se agrupan cientos de caballos para ser comprados o vendidos. Estoy sorprendida por todo esto, además de ver en la carretera circulan muchos coches con remolques con caballos y camiones. Para terminar, cuando estamos en un puente sobre un río de profundidad considerable, veo que alguien obliga a una yegua a tirarse al río al que la sigue su potro. Su dueño lo sujeto por una larga cuerda del cabezal. Me quedo perpleja hasta que “proceso” y deduzco que le está limpiando ¡curiosa forma de hacerlo!, pero muy efectiva. A la vuelta sigue secando al animal, o….recuperándole del susto.




Y llegamos a Clonmacnoise y comprobamos que apenas hay sitio para aparcar. Hay un aparcamiento de turismos que tiene un hermoso gálibo. Solo queda sitio en el de autocares. Una autocaravana italiana ha aparcado allí y yo me sumo a ella, pero cuando la estamos dejando pienso que puede llegar un conductor irlandés con mala leche y cerrarnos el paso a las dos para darlos una lección.



En el interior del centro de visitantes admiramos las dos cruces celtas originales (fuera están las copias), la Cruz del sur y de las Escrituras. Esta última tiene 4 metros y es de un único bloque. Luego hacemos un breve recorrido por el lugar. Se trata de un conjunto monástico con más de catorce siglos de existencia situado a la orilla de un río, compuesto por varias iglesias, una catedral, dos torres redondas y tres cruces. Todo el conjunto es, como todos los vistos hasta ahora, armonioso y hermoso, enclavado en un precioso lugar, donde la piedra gris de las ruinas contrasta vivamente con las distintas tonalidades del verde que lo circunda. Pero en cuanto a las cruces celtas, a nuestro juicio, son mucho mejores las de Monasterboice. También, el echo de que al ser domingo, grupos de turistas y estudiantes pululen llenando cualquier rincón, resta belleza y encanto a este lugar.
Al llegar a la autocaravana mi “mal pensamiento” se ha hecho realidad y un autobús nos ha cerrado a las dos autocaravanas. Le pregunto a un señor si es él el conductor de ese autocar, responde negativamente y me describe a la persona que busco. A la vez me dice que eso es un aparcamiento para autocares, a lo que le contesto muy enfadada que no había sitio, y que el gálibo me impidió la entrada en el de turismos. Me ve tan enojada que junta sus manos en señal de perdón. Vale, tú no tienes la culpa, pero yo tampoco. Al final me dice Angel que si sale su autocar, nosotros saldremos sin problemas, como así sucede. Me empiezan al inflar las narices tanto gálibo de los coj….!



Y ponemos rumbo a los acantilados de Moher con alguna que otra parada en medio. La primera de ellas en Kinvarra, en el castillo de Dunguarre, una imponente fortaleza medieval del siglo XVI que se alza al borde del mar y que no visitamos.

The Burren. Poulnabrone

Las dos siguientes en el Burren, un paisaje casi lunar donde se pueden contemplar extrañas y espectaculares formaciones geológicas que cambian el color verde de la vegetación por el gris de un suelo de roca roto por grietas -conocidas como “grikes”- por las que asoma la vegetación, dejando muchas veces al descubierto rocas aisladas. Es un paisaje kárstico de 300 km cuadrados que conforma una meseta calcárea de aspecto desolado donde florecen especies vegetales diversas debido a un inusual medio ambiente. El suelo es un lancha gigantesca de piedra. Esto define un paisaje único y característico de esta zona de elevado interés geológico y biológico, no sólo por los fenómenos cársticos, ríos subterráneos, cuevas y acumulaciones de agua que aparecen en las praderas y luego desaparecen, sino también por las aves marinas que habitan en ella.
Y dentro de este calizo paisaje, la parada siguiente está en el dolmen Poulnabrone monumento funerario de casi 5.000 años de antigüedad, que se alza orgulloso, aunque de pequeñas dimensiones, en medio de este desolado paisaje rocoso, integrándose y formando parte de él. A la entrada un par de artesanos venden sus objetos y uno de ellos habla un castellano estupendo con giros típicos de la calle y no de academia. Nos cuenta que lo aprendió cuando vivió en Valencia dando clases de inglés, y una vez más, me vuelvo a acordar de Paul, estupendo profesor de inglés durante 2 años y del que ayer tuve noticias por un mensaje deseándome que disfrutara, que tuviera buen tiempo y que probara la Guinnes. Cuando ibamos hacia el dolmen por carreteras estrechas, más bien justas, nos cruzamos con un autocar que paró para cedernos amablemente el paso. Pero una ambulancia de servicio de urgencia pide paso y Angel, nervioso, no sabía donde ponerse para quitarse. El resultado de los nervios y la confusión entre “conduzco por la izquierda, me echo a la derecha, no, que me equivoco, que tiene que ser a la izquierda…” fue que la ambulancia tuvo que parar para poder pasar bien ya que donde nos habíamos puesto entorpeciamos su paso. Sonrisa del irlandés de la ambulancia, enfados nuestros…en fin, otro momento más de tensión que hemos librado.

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