EL SUR Y ALGO DEL CENTRO. CERRANDO EL CÍRCULO

  • Parque Nacional de Killarney
  • Las islas Skellig
  • Beara
  • Drombeg Stone
  • Cahir (Swiss cottage y el castillo)
  • Rock of Cashel
  • Irish National Stud
  • Russborough House
  • Dublin
El parte meteorológico del miércoles día 22 anuncia “nubes y sol”. El número de visitantes diarios a las islas Skellig está limitado por lo que con anterioridad había enviado un e-mail desde Madrid a una empresa determinada reservando aproximadamente el día. Nos había aconsejado llamar el día de antes para confirmar la fecha, lo que hicimos ayer, y hoy tenemos que volver a llamar a las 8,15 para saber si el tiempo permite la navegación.

Nos dice que sí y nos emplaza a las 10, pero a esa hora llueve como si nunca lo hubiera hecho y el muelle está completamente vacío. Recorremos el pequeño puerto y alguien nos pregunta. Le decimos que buscamos a Roddy, y nos comenta que no está y que hoy no se puede navegar. A las 8,30 el tiempo había empeorado.

Primero nos decepcionamos, y luego mi enfado va en aumento. Le digo que no entiendo por que este señor no nos ha llamado, ya que tenía nuestro teléfono, y tampoco se ha presentado. Se encoge de hombros y nos dice si queremos reservar para mañana para ir con él, le digo que me da igual e insisto en la informalidad de este otro señor, por lo que reservo con él para mañana.

Parque Nacional de Killarney

Igualmente, nos dice que le llamemos a las 8 para confirmar los pronósticos meteorológicos y a las 10,15 ponemos rumbo al parque nacional de Killarney, el primero creado en Irlanda.Ya tenía previsto este posible inconveniente, pensando que si ocurría, podríamos dedicar el día a visitar el parque nacional. Pero me sigue molestando la falta de seriedad de un señor que me había hecho perder casi dos horas.

A las 13,30 llegamos al parque, y dejamos la autocaravana en el primer aparcamiento pequeño que no tenía gálibo. Accedimos a la abadía de Muckross del XV, y de allí, por un camino de 1,4 km paseamos hasta la Muckross House, dejando al principio un lago a la derecha y rodeados de una espesa y frondosa vegetación compuesta por distintas especies de helechos y otras plantas que cubrían el suelo. Impresionantes arboles como hayas de dos especies, castaños, robles, arces, pinos, tejos…gigantescos algunos y todos de un porte magnífico, salpicaron nuestro paseo. Y como decía Angel: “seguro que no han sido podados nunca y rozan casi la perfección”.
Nos cruzamos con calesas que llevaban turistas de un lado a otro. En poco tiempo llegamos a la Muckross house. Esta parte central del parque daba la impresión se ser más un parque de paseo y recreo bien cuidado –estilo retiro de Madrid- que un parque nacional. La vegetación salvaje estaba aquí muy “controlada”. No pudimos acceder con Mara a los jardines, así que regresamos sobre nuestros pasos y con la autocaravana nos acercamos a este aparcamiento. Los jardines son bonitos, pero nada del otro mundo.


Aprovechamos el bonito aparcamiento para comer y después pusimos rumbo a la cascada y a la “ladies’s view”, pero el aparcamiento de la cascada estaba completo, así que continuamos hacia el mirador cruzándonos con muchos autocares. Es toda una belleza. A nuestros pies se abre un amplio y verde valle donde la vegetación se alterna con tres hermosos lagos. La vista es espléndida. Ríos y lagos que se funden en una explosión de naturaleza salvaje. Continuamos hasta la señal que nos envía al black valley, carretera que al parecer se interna en el gap of Dunloe, un hermoso valle, pero el primer tramo parece transcurrir paralelo a esta carretera y posiblemente, cuando se empiece a hacer más bonita, sea cuando se estreche y se convierta en pista, así que retrocedimos para dar un paseo de escasos 200 m hacia la cascada en cuyo aparcamiento esta vez sí que había sitio.
Esta parte del parque parece más salvaje y esta surcada por muchos senderos con carteles que los señalizan bien informando del tiempo y de la dificultad. Destinados, por tanto, a perderse entre grandes masas de vegetación. Este parque puede dar mucho de sí y la primera impresión que sacamos del recorrido por su parte más central y cercana a la Muckross house, -de parque cuidado- contrasta vivamente con el resto. Así debe haber unas rutas asfaltadas que parecen circundar los lagos y que la gente recorre preferentemente en bicicleta, pero que también son recorridas en calesas, y otras que se internan en lo más profundo y salvaje de este parque y que son aptas solo para senderistas. Por desgracia, el alquiler más próximo de bicicletas que vimos estaba en el camping y a algunos kilómetros del parque. Falta quizás un poco de visión comercial porque, si aparte de calesas en las mismas puertas, ponen alquiler de bicicletas, seguro que el negocio estaba garantizado.


De regreso, intentamos ir al Gaf of Dunloe por la carretera que sale de la N-70, pero llegamos a un punto donde se prohibe la circulación de vehículos quedando destinado solo a caballos, bicicletas y senderistas. Vuelta y regreso. Pero la cartografia del tomtom cuando se dejan carreteras “principales” deja bastante que desear por lo que en un cruce nos encontramos perdidos. Del turismo de atrás se baja una señora y nos pregunta si nos puede ayudar, con el consiguiente “sorry” delante. La decimos donde vamos y la seguimos hasta el mismo cruce con la N-70. Además nos entrega una nota con el nombre del pub donde escuchar buena música –el que ya tuvimos la suerte de conocer- y de un restaurante para comer buenos “seafood”. Gente amable y encantadora. Antes de llegar a Portmagee comienza una lluvia que continua hasta el anochecer.
Hoy, día 23, hemos parado a las 21,10 y hemos estado buscando sitio desde las 19,20 horas. O gálibos, o prohibiciones de pernoctar, o sencillamente si lo encontramos, el acceso es muy difícil, con carreteras estrechas por las que sólo cabe un vehículo, y sin visibilidad y desconociendo la distancia que teníamos que cubrir hasta, por ejemplo, llegar a una playa. Vamos dejando atrás lugares citados como sitios donde pasar la noche. Estamos muy decepcionados con esto ya que casi nunca coinciden. Nos encontramos en el puerto de Bantry, ocupando 3 plazas de aparcamiento ya que no cabiamos en “batería”.


Las islas Skellig

Pero regreso a la mañana. A las 8,10 hemos llamado a Pat y dice que hoy se puede navegar hacia las Skellig, pero en vez de citarnos para las 10, lo retrasa hasta las 11. Vamos a la que parece ser la única tienda del pueblo a comprar pan para unos bocadillos. Coincido con una de las chicas catalanas que hoy también van a las islas, pero ellas salen a las 10. Michael, el compañero de Pat, nos dice que nuestros barcos son más rápidos. A las 11, Pat todavía no está y nos dicen que 20 minutos más. Mientras, le pregunto que cuántas personas pueden ir a la isla y me contesta que son 14 barcos con 12 personas cada uno. Luego también existe la posibilidad de llevar gente pero sin desembarcarla, solo les dan una vuelta a la isla. Y eso es lo que debe de estar haciendo Pat ahora, ya que le vemos regresar con el barco cargado de turistas y los deja en el muelle de enfrente donde les espera un autocar.

A las 11,30 embarcamos y nos dan unos pantalones de plástico…uy, uy ,uy…Yo, muy obediente, me los pongo y me río de David que decía que nos tendrían que poner un chaleco salvavidas a cada uno. De echo, no vi ni uno. Mejor no pensar.

Iniciamos el viaje y esta cáscara de nuez corre que se las pela, levantando agua a ambos lados. El mar está algo agitado ya que a veces tenía las olas a la altura de los ojos y el barco saltaba poniéndome alguna que otra vez de pie. Lo que al principio fue divertido, empezó a sentarme mal. Otra vez el mareo. Menos mal que llegamos enseguida y al desembarcar puedo comprobar que no era la única. Otra joven, y David, tenían el color de la cera. Casi la mitad nos quedamos unos minutos en el muelle recuperándonos antes de comenzar la ascensión por esta roca que emerge 200 metros sobre el mar y que tiene forma piramidal.


Nos quedamos lo últimos y comenzamos un estrecho camino de cemento y la sorpresa llegó cuando comenzamos a ver los puffies o frailecillos a escasos metros de nosotros. No necesitábamos prismáticos para poder observarlos sobre las rocas tomando el sol. Parecían posar para nosotros. Siempre me han gustado estos simpáticos pajarillos, pequeñitos y sin colita y con esos llamativos colores en el pico, que parecen no saber estar solos ya que siempre vuelan acompañados agitando sus pequeñas alitas frenéticamente (leí que 100 veces por minuto). Pero también pudimos observar otras especies: dos de gaviotas, la argentea y la sombría, araos, alcas y muchos ejemplares de ganet o alcatraces. Al parecer en estas islas se encuentra la segunda mayor población del mundo. Son muy grandes, de color blanco con una mancha amarillenta bajo en cuello.

Los frailecillos o puffies anidan haciendo madrigueras en las empinadas laderas de la isla cubiertas de verde y flores. Tuvimos la suerte de ver a uno entrar y pudimos asomarnos al interior de si nido y verlo acurrucado a escasos centímetros de nuestras caras. Con mala idea nos podrían haber dejado sin nariz por invadir la intimidad de su hogar.

Y seguimos ascendiendo hasta terminar con los 670 peldaños de esta interminable escalera que trepa hasta la cima donde se encuentra un monasterio cristiano del siglo VI suspendido sobre una cornisa cerca de la cumbre, declarado Patrimonio de la Humanidad. Yo solo decía: “hay que ser tonto para meterte en una coctelera, dejar que te agiten y te mojen, que te suelten en un peñasco perdido donde unicamente puedes ascender subiendo nada más y nada menos que casi 700 escalones, para descenderlos después (aviso: no apto para los que padezcan vértigo) y que te vuelvan a agitar y mojar y….pagar 45 euros por ello!”.

En nuestro ascenso nos cruzamos con la pareja catalana que regresaba y para nuestra buena suerte llevaban biodramina ¡mi salvación! Iban bien surtidas y me quedé con dos, una para David y otra para mi..



Y por fin llegamos. El lugar es único. No he visto nada igual. La estructura parece un milagro del ingenio. Son especies de túmulos o chozas similares a una colmena terminados en cúpulas, completamente de piedra gris que contrasta vivamente con el verde y el azul del mar conformando un conjunto bello y armonioso rodeadas de unos robustos muros para protegerse del viento. Son redondas por el exterior y rectangulares por en su interior y construidas para que no entrara ni una gota de lluvia entre las piedras. Las vistas son espectaculares y aunque llegamos casi sin resuello, contemplar este lugar es como un balón de oxígeno.

En una parte plana (quizás la única) y protegida del viento, nos tomamos unos bocadillos en compañía de las gaviotas que merodeaban pidiendo comida. Su mirada, su tamaño y su pico, no dejaban de ser algo amenazadoras, así que procuro no perder el bocadillo de vista.

Dos horas después, a las 14,45, nos recogió Pat, y mientras esperábamos, David dio con otra sorpresa: una foca gris flotaba algo escondida de las miradas indiscretas en una cavidad en la roca a unos 100 m del muelle. Dejo que disfrutáramos de ella hasta que partimos hacia la Little Skellig llena de millares de alcatraces (hasta 30.000 parejas). La vista de este pequeño roquedal cuajado de estas aves es impresionante. Y acompañados por algún que otro frailecillo, alcatraz y gaviotas y de un mar más tranquilo que a nuestra ida, regresamos al puerto.

Beara

Partimos para finalizar el “Ring of Kerry” por su parte sur, que no tiene nada destacable. Realmente, y a mi juicio, después de haber recorrido sus casi 180 km la parte más hermosa es la que va desde la Muckross house hasta moll’s gap o donde está la desviación hacia el Black Valley. No sé si esta sensación fue por no poder evitar compararlo con la península de Dingle, cuya belleza salvaje nos dejó impactados, o porque había leído quizás demasiado sobre lo hermoso que resultaba el recorrido de este anillo de Kerry pero, sinceramente, no fue para tanto.

También mucha literatura sobre la estrechez de la carretera y puedo decir lo mismo. El anillo de Kerry es casi una autopista si comparamos esta carretera con la que circunda la península de Dingle. Quizás el único tramo más estrecho se dé también entre el aparcamiento de la Muckross house hasta Moll’s gap de muy pocos kilómetros. Y prácticamente sin darnos cuenta (di una “cabezada”, posiblemente efecto de la biodramina) nos internamos en el anillo de Beara, disfrutando de unos espléndidos paisajes cerca de Coornagillagh, pero lo más espectacular está en el Healy Pass desde donde la carretera trepa ofreciendo unas magníficas vistas de “Kenmare River” y de la Bahía de Bantry ya que se está en el centro de la península de Beara. Desde aquí fuimos buscando un sitio para pasar la noche, lo que no conseguimos hasta Bantry y ya tarde.

Drombeg Stone

A las 8,30 del viernes día 24, David nos dice que todo el aparcamiento del pequeño muelle de pescadores, donde estábamos, estaba “petado” así es que, como ocupábamos 3 plazas al no caber en batería, sin desayunar, dejamos el lugar.

Hoy teniamos previsto el círculo de piedras de Drombeg o altar de los druidas, a donde llegamos por la R-597 ya que desde la N-71 no está señalizada y en tom tom no vale en estas vías secundarias. La carretera es muy estrecha y unicamente cabe un vehículo, pero en tan solo 2 km se llega a un aparcamiento…con gálibo, pero pudimos dejarla fuera. Un camino entre prados nos acerca a este mágico lugar, situado al borde de una terraza con bonitas vistas al mar. Aparecen 17 piedras de unos 2 m de altura formando un círculo de 9,5 m de diámetro del siglo II A. de C. La entrada está marcada por dos piedras más altas .A escasos metros aparecen los restos de dos chozas y un hogar de cocina donde se calentaban las piedras para hervir agua. precioso sitio…….






















Cahir (Swiss cottage y el castillo)
Continuamos después hacia Cork, pero antes entramos en un Supervalu con aparcamiento…también con gálibo. El colmo. ¿Qué habrán hecho las autocaravanas en este país para ser sometidas a este maltrato?. Pero hemos comprobado que estos supermercados son grandes, están muy bien surtidos y tienen buenos precios, así que aparcamos en la calle e hicimos una buena compra. En cuanto a Cork, no sentimos especial atractivo hacia las ciudades grandes, más bien todo lo contrario, y la pareja catalana nos dijo que no merecía la pena, así que la dejamos atrás por la circunvalación y llegamos a la hora de comer a Caher. El aparcamiento del castillo parece un lugar adecuado para pasar la noche y cuesta 3 euros. Como disponemos de tiempo, decidimos visitar la swiss cottage y consultando el libro, vemos que cierra una hora antes que el castillo, por lo que comenzamos nuestra visita por aquí.. Esta a 2 km del pueblo, en un paraje precioso, junto a un hermosos río y en medio de un bosque. El aparcamiento es pequeño, de gravilla y rodeado de vegetación. Este sitio parece delicioso para pasar la noche, pero vemos que disponen de cámaras de televisión por lo que creemos que debemos pedir permiso.

La Swiss cottage (cabaña suiza) es una casita de campo pequeña del siglo XIX usada como casa de diversión en dónde celebraban comidas vestidos de aldeanos. Se cree que fue diseñada por John Nash famoso arquitecto inglés. De formas caprichosas con el techo de caña, posee un salón de té, sala de música, dos dormitorios, cocina y bodega.. El mobiliario del interior no es el original ya que esta casa estuvo abandonada y fue blanco de actos vandálicos. Tiene tan solo 4 estancias, 2 abajo y 2 arriba. Cada una tiene 3 ventanas y cada una de ellas diferentes y extremadamente originales y complicadas, jugando con ángulos, curvas, líneas rectas, formando un curioso y caprichoso conjunto. Eché de menos no poder hacer fotos porque es difícil de explicar. Juega con la profundidad y dentro de ella, con formas y líneas. No es una maravilla, pero su sencillez y originalidad resultan encantadoras y si se va a ver el castillo, merece la pena dedicarle tan solo 40 minutos a hacer una breve visita a este lugar.

A la salida pedí permiso para pasar la noche y no hubo ninguna objeción. Luego nos acercamos a visitar el castillo normando de Cahir, del siglo XII uno de los mayores y mejor conservados de Irlanda, cargado de historia pero que no nos pareció es nada del otro mundo: un patio central, 4 torres con distintos habitáculos, mazmorras y una gran sala de banquetes. En él se rodaron varias escenas de la película Excalibur o Braveheart

A las 17,30 habíamos terminado. Paseamos un poco por el pueblo, que no tiene ningún atractivo, y nos fuimos al aparcamiento de la swiss cottage. Una vez allí, Angel y yo junto con nuestra fiel Mara, nos dimos un tranquilo paseo por la orilla del río, admirando impresionantes hayas, robles, arces, tilos y enredaderas que trepaban por ellos, y el suelo, tapizado de helechos. El paseo discurre por un camino asfaltado al lado del río y que llega hasta el castillo.

Después de una partida de mus, cena especial a base de salmón irlandés (delicioso sobre todo el salmón “braseado”) y ensalada de col zanahoria (muy frecuente en el país), nos fuimos a la cama.

Rock of Cashel

La noche transcurre en una paz absoluta y la mañana del día 25 la comenzamos con un paseo junto al río. Salimos hacia Rock of Cashel o castillo de los reyes, a donde llegamos tan solo 15 minutos después. Impresionante fortaleza-castillo que se levanta en lo alto de una roca.

Es sábado y los autocares descargan turistas sin piedad que llenan la sala principal de la fortaleza y pululan, al igual que nosotros, por estas espectaculares ruinas. Destaca una gran torre circular de 28 metros de altura del siglo XII y una iglesia románica considerada uno de los mayores exponentes del románico irlandés, del que no había podido disfrutar hasta ahora, pero consta de otros edificios como una catedral, un palacio arzobispal y el coro. Rodeando la catedral hay un cementerio en el que se elevan cruces celtas. En la cripta se encuentra la cruz de San Patricio, un fragmento de una Cruz Celta.Todo el conjunto es imponente y hermoso. ¡Lástima de tanta gente!.

Continuamos camino hacia los jardines japoneses y las cuadras irlandesas, pasando antes por la abadía cisterciense de la Holy Cross, del siglo XII y que se dice guarda un trozo de la reliquia de la Vera cruz, arquitectónicamente bonita y elegante pero sin nada destacable, excepto un irlandés parlanchín y vivaracho con el que estuvimos charlando.

Irish National Stud

Llegamos a la hora de comer al Irish Nacional Stud, la yeguada nacional que promociona caballos pura sangre irlandesa. Lleno de, como no, estudiantes españoles. Después de comer comenzamos por los jardines japoneses. Datan de principios del XIX y se distribuyen en 20 estaciones que quieren representar la vida, sus distintas etapas: gruta del nacimiento, colina del conocimiento, galería de la ignorancia… y otros simbolismos relacionados con esto, y leo que son de los mejores jardines japoneses de Europa reuniendo la cultura oriental y la occidental. Pero, aunque son bonitos, nos resultaron algo decepcionantes, sobre todo después de conservar aun imágenes de los de Powestcourt, además de tener que ir en fila india detrás de ruidosos grupos de adolescentes italianos y españoles, los más escandalosos del mundo.

Luego nos acercamos a las cuadras en donde yo tenía particular interés. Y es sorprendente. Es como un hotel de lujo para caballos… Datan de mediados del siglo pasado La cuadras son enormes, cabrían por lo menos 3 boxes normales, con una estupenda cama esperándoles después de volver de pastar en sus inmensos prados privados. Disponen además de mucha luz, ya que cada cuadra tiene dos claraboyas en el techo. Su constructor pensaba que no solo el destino de las personas estaba guiado por las estrellas, sino también el de los caballos.

Las cuadras tienen 2 salidas, y hacia la que parece ser la principal, la puerta tiene una placa dorada con el hombre del caballo y los premios ganados. Los precios de estos animalitos van desde los 4.000 euros de Celtic Swing, hasta los 50.000 euros de “Espíritu invencible” pasando por los 5.000 euros de Rakti (entrenado por un español). Entre éstos, todo un abanico que pasa por otros tan asequibles como 8.000 ó 12.000 euros. El suelo en esta salida “principal” es especial, engomado, igual que el que ahora utilizan para los parques infantiles con el objeto de que las patas de los caballos y sus cascos, sufran lo menos posible. Luego hay todo un montaje alrededor de esto. Entre otros servicios, ofrece una estación de “embarque” permanente, 1000 hectáreas de pastos, Unidad de partos, neonatal de cuidados intensivos, personal las 24 horas del día, todos los días del año, laboratorios, …impresionante.

Fuera, están estos enormes prados con el nombre de cada semental. Algunos comparten el prado con vacas ya que al parecer les calman, y falta les hace ya que pude ver a un mozo llevarse un semental a la cuadra y aquello era una fiera currupia ¡cualquiera se sube a eso!. En otros prados apartados de los sementales, pastan las yeguas con sus potros y en el centro de todo este complejo, más jardines, los de Saint Fiachra con lagos interiores, creado en el año 2000 para celebrar el milenio. Tambien posee un museo de caballos al que no entramos. Espectacular y curioso rozar este mundo que mueve millones de euros.

Y terminamos la visita a la búsqueda de un lugar donde pasar la noche. Ardua tarea. Los aparcamientos pequeños junto a bonitos lagos tenían gálibos. Nos desviamos hacia uno de ellos que estaba en el interior y llegamos a un gran aparcamiento que en realidad era un vulgar prado.. Nos pide 10 euros. Nos parece muy caro para no ofrecer nada y nos vamos. Al salir, un grupo de jóvenes con latas de cerveza en la mano nos saluda amigablemente y nos dice que hay un festival. ¡Menos mal que nos vamos! Son tan solo las 17,30 y ya están bebiendo. A las 23 no hubieramos podido pegar ojo.

Estamos a tan solo 30 km de Glendaloug, donde pasamos nuestra primera noche y para allá nos encaminamos. Como si los leprechauns irlandeses nos hubieran guiado haciendo un guiño al destino encontramos el mismo lugar y casi el mismo día de la semana, tan solo 15 días después. Llegamos en viernes y hoy es sábado. Incluso hemos elegido el mismo sitio donde poco a poco la noche va cayendo y nos vamos quedando solos.

Russborough House

En la mañana del domingo día 26 la pereza nos vence. Tanto que nos levantamos a las 9. Empiezan a venir coches y autocares descargando gente. Es el momento de poner rumbo a lo que será nuestro último destino: la Russborough house de la que tan solo nos separan 30 km y cerca de de Blessington. Cuando llegamos, a las 11, acaba de empezar una visita (tiene que ser guiada) y nos incorporamos al grupo. La mansión, del siglo XVIII, fue construida por un rico fabricante de cerveza de Dublín que tardó 10 años en levantarla. Su interior, que no se puede fotografiar, es impresionante. Su decoración es elegante, y serena pero lo que más destaca son los altísimos techos decorados con maravillosos estucos. Pero también la magnífica colección de pintura (Vermeer, Metssu, Goya, etc.), aunque los cuadros de mayor valor están en la National Gallery de Dublín y un exquisito mobiliario destacando los relojes, todos franceses, en perfecto funcionamiento y algunas alfombras de la fábrica de tapices de Madrid. La escalera principal es también espectacular, así como los estucos que la acompañan. De la parte superior, visitamos dos dormitorios contiguos, uno de ellos terminado en un original semicírculo en la cabecera que contiene en una mitad el vestidor y en la otra, el baño.

Salimos a disfrutar de la vista de esta casa desde la puerta principal y continuamos nuestro camino hacia el camping de Dublín, a donde el tom tom nos guío de nuevo de forma impecable.



Dublín

Volviamos a situarnos de nuevo, casi en el mismo sitio que hace 16 días. De nuevo los Leprechauns volvían a empujarnos.

Con toda la tarde por delante, pensé que podría ser una buena idea ir a Dublín a tomarnos unas guinnes al temple y pasear por Gratfon Str. Los chicos decidieron que no nos acompañaban. Tomamos el autobús que en 35 minutos nos dejó en el centro. Subimos y bajamos Temple varias veces buscando un pub con buena música irlandesa. Eran las 17,30 y la calle estaba atestada de gente y los pub igual. Se oia mucho castellano y una exclamación me llama la atención: “¡ozú!¡esta gente no para!” Y es que a esta hora ya había alguno que otro “cocido”. Al final nos decidimos por el Temple bar. En su interior apenas se podía andar, como en casi todos. Me pedí de nuevo mi “small ginness whith black currant” y escuchamos lo que podíamos, ya que el ruido resultaba ensordecedor. La gente hablaba, gritaba, vamos, como en España. ¡qué distinto del pub de Portmagee! Aquí nadie, o poca gente, parecía hacer caso a los músicos, cada uno iba a lo suyo, todos eran anónimos. El ambiente que se respiraba era muy distinto al de Portmagee. Lo eché de menos y me desencantó. Supongo que un irlandés me podría decir cual de los dos ambientes se corresponde al real, o quizás ambos, o ninguno de los dos, pero así como el de Portmagge era un espacio “vivo”, propio de la gente del pueblo, donde todos compartían, no solo la bebida, sino la música, las canciones o el baile, la charla amistosa, donde convivían y se daban cita gentes de distintas edades y nadie se sentía ajeno, aquí solo era un sitio de reunión, de grupos desconocidos entre sí, principalmente jóvenes y mucho, mucho “guiri” como nosotros, curiosos o extranjeros.

Salimos en dirección a Gratfon str pero igualmente la calle me decepcionó esta vez ya que estaba “limpia” de músicos callejeros. Quizás habría pasado antes la “garda” (policía irlandesa), o sencillamente era domingo, día de descanso. Pero aunque la calle estaba llena de gente que subía y bajaba, le faltaba la alegría y la vida del espectáculo callejero. Terminamos en St. Stephen Green, en un banco viendo pasar a la gente de los más diversos lugares del mundo. El concierto de mañana de U2 (y otros dos en días anteriores) había llenado la ciudad de otros tipos de “tribus” urbanas que sumaban su colorido particular.

Dos horas después regresamos al camping donde nos esperaba una buena ducha y una suculenta cena. Un día más, y para no perder la costumbre, tambien había llovido, aunque solo fuera un poco, al igual que durante los 16 días que habíamos permanecido recorriendo la isla.

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